viernes, 5 de febrero de 2010

Vamos bien!

Nunca me había detenido a pensar en la importancia de la aprobación y el reconocimiento...
Todos buscamos aprobación, todos queremos reconocimiento. De nuestros padres, de nuestros amigos, de nuestros colegas o de cualquier persona que nos importe...
"Bien", "Te felicito", "Te quedó bueno", etc; son frases que a uno le gusta escuchar. Dan fuerza. Animan.

En muchos libros de liderazgo enseñan el valor que tiene la motivación y el reconocimiento, pero no lo había visto tan claro hasta hace algunos meses...

Para motivar a mi hijo de 3 años y medio, tuve que hacer algo especial... inventé una contorsión que parte con un saltito y termina con piernas flectadas, brazos estirados hacia el frente, pulgares hacia arriba y con voz lo suficientemente fingida para que le llame la atención decir: "Sup-per bieeeeeeen".

Si vieras como le brillan los ojos cuando lo hago... definitivamente ¡Vale la pena!

Entendí un poco más la importancia de la motivación y el reconocimiento hace algunos días atrás. Estando en mi lugar de trabajo, sin mayor concentración en lo espiritual, sin preguntar nada, sin estar bajoneado, sin pedirdo; sentí la voz del espíritu santo que me dijo: "¡Vamos bien!". Automáticamente se me vinieron todas las áreas de mi vida a la mente... Familia, Trabajo, Espiritual, etc. No sabes la emoción que me provocó esa frase. Dos palabras, sólo dos palabras y me inyectaron una dosis de energizante espiritual. Repito, no estaba pasando por un mal momento, simplemente Dios quizo hacerlo. Y se lo agradezco...

Seguramente te deben estar pasando cosas por la mente. Cosas como "Quien es éste para que Dios le diga Vamos bien"... Pero no te confundas. No me dijo "Vas Bien", ni "Eres Seco", ni "Eres perfecto"... no, no, no. Nada de eso. Primero, él se incluyó en el asunto al decirme "Vamos". En lo que él está haciendo conmigo, vamos bien. A mi hijo de 3 años no le puede pedir que sepa multiplicar, por lo tanto si cuenta hasta 5 yo lo felicito, no significa que sea Albert Einstein, simplemente va bien (para su edad). Así lo entendí yo.

Además, curiosamente no me provocó relajo, ni dejación, ni comodidad o conformidad. Al contrario, me motivó a esforzarme más para corresponder a ese golpecito en la espalda... Quedé con las ganas de escuchar eso de nuevo. Quedé con más ánimo, más fuerza y más ganas de ser todo lo que el señor quiere que sea...

Sólo les comento lo que me pasó... para que sepan de lo que Dios hace conmigo y seguramente con otros...

Shalom... que el Eterno los guíe.